
Anualmente, trescientos millones de personas están siendo gravemente afectadas por el calentamiento global en los más diversos confines del planeta, incluyendo a Ecuador. Esta cifra, estimada por el Foro Humanitario Global, dirigido por Kofi Annan, subiría a 600 millones de personas para el año 2030. El costo económico global de las consecuencias del calentamiento es igualmente preocupante: de 125.000 millones de dólares anuales, en la actualidad, ascendería a 300.000 millones en veinte años.
¿Cómo están relacionados hoy el calentamiento global y los desastres naturales? La ciencia señala que aquel fenómeno trae como consecuencia inviernos y veranos más severos, lluvias más torrenciales, huracanes y tifones más extremos, y aumento del nivel del mar, entre otros.
Si bien la especie humana, desde su surgimiento en la Tierra, ha enfrentado desastres naturales producidos por el complejo funcionamiento del sistema climático, estos han sido incrementados por la acción del hombre mismo, siendo hoy su significado e implicaciones muy diferentes a lo acontecidos en el pasado.
Ya esos desastres no son gobernados solamente por la naturaleza, o por los dioses que los pretenden detener o aplacar, puesto que las amenazas ambientales son hoy portadoras de poderosos detonantes fabricados por la humanidad que las ha hecho más graves, inciertas y sombrías. Lo cierto es que los costos económicos, sociales y ambientales generados por estos fenómenos han sido con frecuencia devastadores y trágicos, como lo atestiguan los cientos de miles de colombianos que han perdido su vivienda y sus medios de vida.
Pero a menudo parece olvidarse que los anteriores impactos producidos por diversos fenómenos de la naturaleza, incluido el cambio climático, se han hecho más graves como consecuencia del mal manejo que hemos dado a nuestro medio ambiente.
Por ejemplo, la pérdida de más del 70 por ciento de los bosques nativos de la región andina y de más del 90 por ciento de los de la región Caribe, ha acelerado la erosión y generado una grave desregulación del ciclo hídrico que se ha traducido en el aumento -mucho más allá de lo que es natural y de lo que produciría solamente el calentamiento global- de los caudales de los ríos en el invierno, con el consecuente aumento de la severidad de las crecientes y las inundaciones. Y que se ha traducido, también, en la disminución de los caudales en el verano, con el consecuente aumento del rigor de las sequías y de la escasez de agua en amplias zonas del país.
Así mismo, el área de los humedales de las planicies del Caribe y de otras regiones del país lagunas, ciénagas, madreviejas, chucuas, se ha reducido drásticamente, como consecuencia de las diversas obras ejecutadas para secarlos y darle paso a la ganadería y a la agricultura. Y han perdido, entonces, su capacidad de servir como amortiguadores en las épocas de las crecientes de los ríos, al recibir las aguas en exceso, y alimentar a los mismos con el valioso líquido en las estaciones en que la precipitación se hace escasa. Y este problema, sumado al de la contaminación de las aguas en ríos y humedales, ha afectado gravemente la vida acuática, como se registra en el descenso de la pesca, que constituye un nuevo desastre ambiental fabricado por los colombianos.
En síntesis, la destrucción y degradación de los ecosistemas ha incrementado nuestras condiciones de vulnerabilidad a los desastres naturales, y en la práctica está teniendo como consecuencia que los efectos actuales y futuros del calentamiento global se multipliquen en gravedad y en frecuencia.
¿Cómo están relacionados hoy el calentamiento global y los desastres naturales? La ciencia señala que aquel fenómeno trae como consecuencia inviernos y veranos más severos, lluvias más torrenciales, huracanes y tifones más extremos, y aumento del nivel del mar, entre otros.
Si bien la especie humana, desde su surgimiento en la Tierra, ha enfrentado desastres naturales producidos por el complejo funcionamiento del sistema climático, estos han sido incrementados por la acción del hombre mismo, siendo hoy su significado e implicaciones muy diferentes a lo acontecidos en el pasado.
Ya esos desastres no son gobernados solamente por la naturaleza, o por los dioses que los pretenden detener o aplacar, puesto que las amenazas ambientales son hoy portadoras de poderosos detonantes fabricados por la humanidad que las ha hecho más graves, inciertas y sombrías. Lo cierto es que los costos económicos, sociales y ambientales generados por estos fenómenos han sido con frecuencia devastadores y trágicos, como lo atestiguan los cientos de miles de colombianos que han perdido su vivienda y sus medios de vida.
Pero a menudo parece olvidarse que los anteriores impactos producidos por diversos fenómenos de la naturaleza, incluido el cambio climático, se han hecho más graves como consecuencia del mal manejo que hemos dado a nuestro medio ambiente.
Por ejemplo, la pérdida de más del 70 por ciento de los bosques nativos de la región andina y de más del 90 por ciento de los de la región Caribe, ha acelerado la erosión y generado una grave desregulación del ciclo hídrico que se ha traducido en el aumento -mucho más allá de lo que es natural y de lo que produciría solamente el calentamiento global- de los caudales de los ríos en el invierno, con el consecuente aumento de la severidad de las crecientes y las inundaciones. Y que se ha traducido, también, en la disminución de los caudales en el verano, con el consecuente aumento del rigor de las sequías y de la escasez de agua en amplias zonas del país.
Así mismo, el área de los humedales de las planicies del Caribe y de otras regiones del país lagunas, ciénagas, madreviejas, chucuas, se ha reducido drásticamente, como consecuencia de las diversas obras ejecutadas para secarlos y darle paso a la ganadería y a la agricultura. Y han perdido, entonces, su capacidad de servir como amortiguadores en las épocas de las crecientes de los ríos, al recibir las aguas en exceso, y alimentar a los mismos con el valioso líquido en las estaciones en que la precipitación se hace escasa. Y este problema, sumado al de la contaminación de las aguas en ríos y humedales, ha afectado gravemente la vida acuática, como se registra en el descenso de la pesca, que constituye un nuevo desastre ambiental fabricado por los colombianos.
En síntesis, la destrucción y degradación de los ecosistemas ha incrementado nuestras condiciones de vulnerabilidad a los desastres naturales, y en la práctica está teniendo como consecuencia que los efectos actuales y futuros del calentamiento global se multipliquen en gravedad y en frecuencia.

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